Juan DeGonell en su tinta

Hace exactamente un año me animé a hacerme el tatuaje que llevaba años deseando. Por referencias llegué a VOID Tattoo, en el barrio del Raval de Barcelona, y, para mi sorpresa, el tatuador que me atendió era un chico venezolano. Juan DeGonellQuedé muy contenta con su trabajo, puedo dar fe de que es un excelente tatuador y una persona sumamente amable.

“Me llamo Juan DeGonell Vidal, nací en Caracas el 10 de julio de 1978. Desde niño me interesé por el mundo del tatuaje, pero no tuve ni el apoyo ni la oportunidad de meterme de lleno en ello. Hace unos años decidí dejarlo todo de lado y hacer del tatuaje algo más que una profesión, mi forma de vida. La presión social y familiar me llevaron a pasar por varias carreras universitarias que no me hacían feliz. Un buen día me cansé de todo y me compré mi primera máquina sin haber aprendido a tatuar, sí, sin saber tatuar todavía”.

De tres en tres

Tres verbos: Crear, vivir, amar.

Tres personajes: Groucho Marx, Charles Bukowski, Nikola Tesla.

Tres momentos: el 12 de diciembre de 1991, el nacimiento de mi hija, cada vez que vuelvo a casa.

¿Quién fue tu primera víctima? ¿Cómo conseguiste que se dejara tatuar por un novato?

No recuerdo quién fue mi primera víctima (además de mí mismo). Pero en todo caso tuve dos fases o dos comienzos en esto del tattoo, así que sería complicado hablar de una primera vez.

¿El cliente siempre tiene la razón?

Cuando se trata de tattoos, nunca jamás la tiene.

¿A qué edad dejarías que tu hija se hiciera su primer tatuaje?

Sinceramente preferiría que no se tatúe, pero la mayoría de edad llega a los 18 años, y supongo que a partir de entonces tendré que confiar en la educación que le habré dado, en su sentido común, en su criterio y, si aún así decide tatuarse, lo único que podré hacer es aconsejarla sobre qué sitios son los indicados para tatuarse y los que no.

¿De verdad? ¿No preferirías tatuarla tú?

¡No! Ella es perfecta como es ahora.

¿Te han discriminado por llevar todo el cuerpo tatuado?

Sí, muchas veces. En mayor o menor medida suele discriminarse a la gente tatuada; incluso hay “discriminación positiva”, que la llaman. Una vez formado el estereotipo de la persona tatuada, pasas a ser como un afiche.

Pero la experiencia más lamentable fue cuando tuve que renovar mi pasaporte venezolano en la Onidex del centro de Caracas. La persona a cargo me dijo que yo no podía tener un pasaporte venezolano porque “tenía tatuajes visibles y que eso no estaba permitido por las leyes del país”. Yo le pregunté si sabía lo que era un pasaporte, me contestó desafiante: “Si sabes tanto, dímelo tú”. Le expliqué: “Un pasaporte es un documento de identificación personal y, por lo tanto, puede ser más útil un tatuaje visible a la hora de identificar a un ciudadano”. Ella se negó a darme el pasaporte y tuve que hacer un escándalo en el lugar, amenazar con denunciarlos en la ONU y demás barbaridades que se me ocurrieron en el momento. Al final salió un superior y me hizo escribir a mano, junto con una fotocopia de mi cédula de identidad, que en esa oficina el trato había sido excelente, que el sistema bolivariano funcionaba rápido y bien y no sé cuantas burradas más, sin dejar de mencionar que ellos estaban haciendo una excepción conmigo para que yo pudiera disfrutar de la posesión de un pasaporte venezolano. Pues ahí se quedan, ya ni sé dónde lo tengo…

¿Cómo sabes que un cliente quedó satisfecho con tu trabajo?

Cuando vuelven a la tienda, ya sea a saludar o a tatuarse más; o cuando recomiendan mi trabajo a otra gente. Es muy gratificante que entre alguien por la puerta y pregunte por mí, sin que yo lo conozca de nada, y me diga: “Me han recomendado que venga a tatuarme aquí”.